IN MEMÓRIAM: WALTER PEÑALOZA RAMELLA “AMAUTA” DE LA EDUCACIÓN PERUANA Y PARADIGMA DE MAESTRO

Ingresé a “La Cantuta” en marzo de 1962. El Dr. Peñaloza había entregado el cargo el año 1960 luego de la expedición de la Ley Nº 13417 que arrebató la autonomía universitaria a nuestra Alma Máter. El pensamiento del Maestro Peñaloza estaba plenamente vigente en esos días en los profesores y estudiantes de la Escuela Normal Superior y nunca dejó de estarlo mientras duró mi formación como profesor en dicha institución. Los cuatro años vividos, coparticipando en un proceso formativo que concretó una filosofía en la formación de maestros, impregnaron en mi mente y espíritu el sello de lo que habría de ser mi ejercicio profesional. Desde ese entonces, al igual que para muchos egresados de “La Cantuta”, la imagen de lo que debe ser el maestro, es para mí, la imagen del Maestro Peñaloza.
El desarrollo de mi carrera se encargó de vincularme al Doctor Peñaloza durante dos periodos importantes en mi vida: la imborrable experiencia de la Reforma Educativa de los años 1970, en la que conduciendo la elaboración de los currículos de Educación Básica Regular y luego los de las Escuelas Superiores de Educación Profesional – ESEP – recibí sus pensamientos y orientaciones; y, mi vuelta al Ministerio de Educación como Director Nacional de la DINFOCAD el año 2002, época en la que conjuntamente con él iniciamos la experiencia del diseño de los nuevos currículos para la formación de los docentes del Perú.
Al volver al Ministerio de Educación, pude comprobar que a pesar de haber transcurrido más de 40 años desde que el Maestro Peñaloza dejara la conducción directa de la formación de maestros en La Cantuta y más de 23 años de su participación en la Reforma Educativa, su pensamiento educativo no sólo se había consolidado y puesto a la par de los tiempos sino que mantenía la misma brillantez, vigor y entusiasmo de las épocas antes mencionadas.    
Pocos maestros, investigadores y pensadores de la educación han abordado con tanta vehemencia, constancia, amplitud y profundidad el tema de la concepción, función y formación del educador como el Dr. Walter Peñaloza; quizás ninguno como él ha dedicado tanto tiempo de su vida a tan importante labor. En este campo Peñaloza no fue sólo un teórico sino que fue el ideólogo y conductor de una de las experiencias más valiosas que tuvo el Perú: la formación de maestros en la Escuela Normal Superior “Enrique Guzmán y Valle” La Cantuta.
Peñaloza concibió la formación de maestros  al más alto nivel, sin  discriminación si eran de Primaria, Secundaria o Técnica. Consideró que el maestro debería ser formado integralmente para que pudiese actuar con compromiso, eficiencia y eficacia en una educación cuyo fin era formar integralmente al hombre como persona, como ser social y como agente promotor de su cultura.
Concibió al maestro como aquel profesional formado en sus dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual, que entendía que la educación además de ser considerada como ciencia y como técnica era también filosofía y arte y que por lo tanto su formación no podía descuidar ninguno de estos aspectos.
Sostenía Peñaloza (1997) que “nadie le podrá quitar a la educación su naturaleza auténtica de arte y al maestro su carácter de artista”[1]. “Lo que hace el maestro tiene como propósito causar un impacto profundo en el alma del niño, del joven o del adulto. Su finalidad es que el alumno se transforme. Por lo tanto, en el maestro hay tanto de actor como de creador. El maestro es, por consiguiente, mucho más que el artista reiterativo (...). Es más bien el artista creador, porque no solamente recrea lo que dice, sino que en cada nuevo acto de labor con los educandos está creando para ellos y en cierto modo, creándolos a ellos mismos[2].
La piedra angular de sus aportes a la educación lo constituye “el currículo integral”, como concepción genuina que defendió a lo largo de toda su vida y que se llegó a plasmar en la experiencia de la Reforma Educativa de los años setenta y, antes, en su experiencia de formación de maestros en La Cantuta.
El currículo integral contribuyó a rescatar la figura del maestro educador y la contrapuso a la figura del maestro enseñante. Los futuros maestros debían recibir y explorar conocimientos, incorporar receptiva y creadoramente el mundo de lo cultural, vivir experiencias no cognoscitivas, efectuar numerosas y consistentes prácticas profesionales que le posibilitaran alcanzar destrezas en el ejercicio docente, y, alcanzar dentro de lo posible un armónico desarrollo de sus capacidades interiores, mediante el apoyo de la consejería. Así, los maestros “quedaban preparados a través de una experiencia viva de varios años, para actuar más tarde ante los niños y jóvenes a su cargo en todas esas áreas, vale decir para impulsar, a su turno, un currículo integral en su trabajo con esos niños y adolescentes”[3].
Para Peñaloza, el educador es aquél que “debe tener la habilidad y espíritu profundo para promover la autonomía y el sentido de libertad de los niños, jóvenes y adultos; para despertar y desarrollar en ellos sus capacidades de observación, reflexión y análisis; para llevarlos a la comprensión de los valores; estimularlos a la noción de solidaridad, y a la toma de conciencia y comprensión cultural circundante (arte, religión, tecnología, moral), seguida de la toma de posición ante el mundo y para la acción creadora. Por eso, únicamente el que arme integralidad en su formación puede transportar esa integralidad a sus futuros alumnos. Quien no tiene la vivencia de la formación integral, no puede brindarla a nadie, en realidad no sabe siquiera lo que es, no tiene idea de su existencia[4].
El maestro, para Peñaloza, es el vector de la sociedad y el gran mediador del proceso educativo. En tal virtud, su verdadero papel es el que los educandos alcancen el contacto con los valores, lo cual es imposible si el mismo profesor no posee amplia comprensión de los mismos y de las creaciones culturales de los hombres. De allí que la dimensión axiológica (orientación a valores) y la comprensión del mundo cultural en la formación de los maestros resulten decisivas. Estos son los pilares insustituibles de su verdadera preparación como futuro educador.

El doctor Peñaloza hizo de su vida un ejemplo de magisterio y  luchó denodada e incansablemente por concretar su pensamiento educativo hasta los últimos momentos de su existencia. El 6 de agosto del 2002 un ilustre “cantuteño”, a esa fecha Ministro de Educación, Gerardo Ayzanoa Del Carpio, le impuso a Nombre de la Nación la condecoración de las Palmas Magisteriales en el Grado de AMAUTA.
 “Están deshaciendo todo lo que hicimos con el currículo de los Institutos Pedagógicos”, me dijo con ocasión de encontrarme con él pocos meses después de que yo dejase el Ministerio de Educación a mediados del 2003 y realmente me emocionó mucho su preocupación y desaliento…. Lo vi postrado en sus últimos días en la Clínica San Felipe. Lo despedí en silencio en la Casona de la Universidad Nacional Mayor de  San Marcos. 
El 31 de octubre del 2005, murió el hombre y nació para la inmortalidad de la educación peruana, el Amauta Walter Peñaloza Ramella. El Perú y en particular la Educación Peruana siguen en deuda con él. El 7 de diciembre tendría 91 años. 

¡Gloria eterna al Maestro Peñaloza!
“Están deshaciendo todo lo que hicimos con el currículo de los Institutos Pedagógicos”

BIBLIOGRAFÍA

1.   PEÑALOZA, Walter. (1976) “Tecnología Educativa”. Conferencia sustentada por el Dr. Walter Peñaloza Ramella en la ESEP Maranga. Versión tomada de la grabación efectuada por J.P.C. el día 02-09-1976.
2.    PEÑALOZA, Walter. (1989) “La Cantuta. Una Experiencia en Educación”. 1ª edic. Auspiciada por CONCYTEC. Lima.


[1] PEÑALOZA, Walter. (1976)  “Tecnología Educativa”. Conferencia disertada por el Dr. Walter Peñaloza Ramella en la
   ESEP Maranga. p.6. Lima.
[2] PEÑALOZA, Walter. Ibídem., p.8.
[3] PEÑALOZA, Walter. (1989). “La Cantuta. Una Experiencia en Educación”. 1ª edic. Auspiciada por CONCYTEC. Lima.   
   p. 203.
[4] PEÑALOZA, Walter. Ibídem., p. 402.